Teatro del siglo XIX: características y autores destacados

Teatro del siglo XIX: características y autores destacados

El siglo XIX, turbulento y transformador, protagonizó la llegada de la tecnología al teatro y de la sensibilidad romántica. El teatro del siglo XIX estuvo lleno de pasión e innovación y sentó las bases del teatro que hoy conocemos. En Espectáculos BCN amamos las artes escénicas, por eso te presentamos lo que necesitas saber del teatro del siglo XIX.

Teatro del siglo XIX: características

El teatro del siglo XIX podemos dividirlo en dos mitades cronológicas, cada una con sus géneros y estilos diferentes. Pero, aunque las dos mitades presentaron marcos históricos diferenciables, ambas mantuvieron unas mismas características claramente identificables. De las revoluciones nacionales a la revolución industrial, este siglo estuvo marcado por el constante cambio y la conversión de las instituciones de poder.

En esta época se exhibió un renovado interés por la obra shakesperiana, y la influencia absoluta de los románticos alemanes. Víctor Hugo conceptualizó y defendió el drama romántico en el prefacio de Cromwell,  alegando, también, a la libertad creativa como instrumento principal del teatro de este siglo. Ahondemos en las características más distintivas del teatro del siglo XIX. Si te gusta el teatro, no te pierdas la cartelera de teatro en Barcelona.

Innovación y transgresión

La primera mitad del siglo XIX estuvo caracterizada por la violencia social y la conmoción política a nivel mundial. Este espíritu transgresor se convirtió en un impulso creador para la dramaturgia de este siglo. Las obras y sus autores, así como las representaciones mismas, estuvieron influenciados por la necesidad de ruptura e innovación.

Una de las introducciones trascendentales de este teatro a la representación es el uso de la “caja”, reemplazando el lienzo. Este tipo de decoración recrea las tres paredes de una habitación, convirtiendo al público en observador desde la cuarta pared. Esta usanza influyó grandemente en la percepción del público y en la teoría del arte dramático.  Además de eso, durante este siglo la tecnología permitió al teatro incluir el ascensor, los escenarios giratorios y la electricidad.

Además de las innovaciones tecnológicas, y partiendo de la idea de libertad creativa, este teatro innovó en la estructura escritural. Este tipo de teatro despreció deliberadamente las tres unidades de la escritura teatral: tiempo, lugar y acción. El irrespeto al principio de verosimilitud dio origen al género fantástico y otras innovaciones temáticas. Por otro lado, mezcló estilos y géneros para presentar diálogos y situaciones grotescas, haciéndolas, paradójicamente, más reales y próximas a cualquier espectador

Romanticismo y el poder de la emoción

Este teatro se fundó sobre la premisa de “efecto dramático”, que es aquel en el que se pretende conmover. Entendiéndose conmover como el uso inteligente de la sensibilidad del espectador para inquietar en cualquier forma posible sus sentidos. Es por esto que el teatro en este siglo hizo uso importante de las innovaciones tecnológicas. Los efectos especiales, cambios de escenografía y utilería permitía lograr ese impacto deseado.

El siglo XIX legó una serie de movimientos artísticos que marcaron la historia del teatro. Por ejemplo, el romanticismo y el melodrama se han convertido en la base de muchas de las expresiones artísticas modernas.

La dramaturgia del siglo XIX recreó la búsqueda del humano por trascender los límites físicos y alcanzar un ideal espiritual. El anhelo de los escritores por experimentar y recrear la sensibilidad extrema devino en la idealización del artista.  Poetas malditos, artistas excéntricos e hiperestésicos son la herencia simbólica de este periodo.

El héroe del teatro decimonónico encarna el periodo revoltoso e inestable en el que se contextualizó. Son seres torturados, golpeados y frecuentemente incomprendidos por el mundo que les rodea, altamente apasionados y comprometidos con sus sentimientos. Los sucesos históricos y los hechos reales fueron el marco de la mayoría de los viajes heroicos de este siglo.

Teatro popular, drama y melodrama

Del teatro callejero francés, llamado teatro de bulevar, nacería el melodrama, que, junto al drama romántico, dominaría los escenarios del siglo XIX. El melodrama tomó como inspiración la pantomima y la ópera cómica de finales del siglo XVIII. Este género cautivó al público y acercó nuevamente el teatro a su esencia, entretener a todos los estratos sociales.

El melodrama está especialmente dirigido y pensado para el pueblo. Los sentimientos más simples son la inspiración fundamental, y evita en lo posible el sobre análisis psicológico o simbólico. Para su construcción combinaba lo patético y las burlas sin ninguna transición.

La influencia de las convenciones melodramáticas en el arte ha inundado el cine, la televisión y demás medios audiovisuales. Guilbert de Pixérécourt escribió centenares de obras, una de ellas, Coeline de 1800, se considera el primer melodrama teatral. Para su representación se usó maquinaria, contaba con escenas coreografiadas de combate y una combinación de tragedia y comedia que embelesó al público de la época.

La llegada en la parte final del siglo de la Primera Revolución Industrial reavivó más que nunca el teatro como entretenimiento de masas. El arte dramático se convirtió en el entretenimiento favorito de los miles de trabajadores que ocuparon las ciudades. El melodrama y el drama romántico se valieron aun más de efectos especiales y el exotismo para lograr entretener las dispersas mentes de los trabajadores. El teatro empieza a ahondar en el naturalismo y se vislumbran los primeros rasgos del expresionismo teatral del siglo XX.

Autores del teatro del siglo XIX más destacados

Kant propuso, inspirado por Rousseau, que el arte es igual a la experiencia. Su teoría estética nace de un profundo sentimiento anti intelectualista. Según Kant, el arte es aquel que atiende enteramente a la emoción sin procesarla por la razón.

Los autores románticos tomaron prestada parte de la teoría kantiana para la formulación de las bases del teatro romántico y en general del teatro decimonónico. La certeza de que es el sentimiento y no la razón lo que debe servir como brújula moral y social atraviesa toda la dramaturgia de este periodo. Conozcamos a los más grandes representantes de este periodo teatral

Henrik Ibsen

Para muchos críticos, el creador del teatro moderno. Un innovador de la forma y la estructura teatral, que dotó a la teoría dramática de un nuevo ritmo. Las obras de Ibsen tienen una particular tensión dramática in crescendo que llega a un clímax fulminante, que se convertiría en la fórmula básica de la dramaturgia moderna.

Casa de muñecas es su obra más representativa y polémica. Exponía un claro discurso de apoyo a la liberación femenina que no fue bien recibido en la época

Anton Chejov

Chejov transformó el teatro ruso y el teatro realista durante este siglo. Los elementos psicológicos que la obra de Chejov introdujo a la dramaturgia rusa se convertirían en una característica regional. La historia de Chejov no puede desligarse de la de Stanislawsky.

Chejov, decepcionado por el fracaso de sus obras, abandonó la dramaturgia, Stanislawsky le convenció de participar en su proyecto. El Teatro de Arte de Moscú estrenó las mejores obras de Chejov, incluyendo el inolvidable El jardín de los cerezos.

El jardín de los cerezos es una comedia enmarcada en uno de los hechos más significativos para la sociedad decimonónica: el declive de la aristocracia y ascenso de la burguesía.

Oscar Wilde

Oscar Wilde es de los dramaturgos con más diversidad del realismo inglés. Sus obras podían ir desde desenfadadas comedias hasta literatura infantil. La palabra irónica y el cinismo elegante de sus comedias triunfaron en el Londres de 1890

 La importancia de llamarse Ernesto, su obra representativa, usa el juego de palabras y el juego de roles como inspiración. El argumento es una crítica, ácida y severa, contra las falsedades de la sociedad victoriana. Es realmente una crítica atemporal: la sociedad que vive de las apariencias y la hipocresía.

José Echegaray

El primer español en ganar el Premio Nobel de Literatura. Las obras de Echegaray son muestra insigne del romanticismo español, lleno de suntuosidad y pasión. Sin embargo, muchos de sus contemporáneos criticaron su trabajo por considerarlo desfasado y anticuado.

La crítica alegaba que las obras de Echegaray presentaban ideas románticas caducas para la época. En una época en la que ya empezaba a idealizarse el realismo en la dramaturgia, no le perdonaron el anacronismo. Echegaray consiguió modernizar su discurso y equipararse con sus contemporáneos Ibsen o Haptmann.

Aun cuando la crítica fue implacable, el favor del público siempre estuvo de su lado. Los montajes de sus obras fueron siempre exitosos. Incluso, fue considerado la figura principal del teatro durante muchos años.

La mancha que limpia es uno de sus dramas más exitosos y presenta un sangriento triángulo amoroso. Fue estrenada en 1895 en el teatro de Alhambra y se repitió su montaje en 1944 y 1955 con bastante éxito.

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