La literatura del yo es un género literario que se basa en ficcionar la historia del propio autor o autora; también se conoce como autoficción. Ha ganado terreno en la literatura contemporánea, desafiando las fronteras entre la realidad y la ficción. Espectáculos BCN te explica qué es la literatura del yo y qué caracteriza este exitoso género.
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ToggleDescubre qué es la literatura del yo o la autoficción
La autoficción es un género literario que combina elementos de la autobiografía y la ficción. En su esencia, un autor de autoficción utiliza su propia vida como materia prima para crear una narrativa que, aunque se basa en eventos y experiencias personales, se distingue por su enfoque en la construcción narrativa y la reflexión sobre la propia identidad. La autoficción es un juego artístico que mete la mano en los límites de la realidad y la ficción, permitiendo al autor manipular su propia vida en busca de significado y expresión.
A menudo, es asociado a la autobiografía, aunque tienen varios puntos diferenciales. La autobiografía ofrece la versión subjetiva de hechos reales, pero la autoficción deja entender al lector que, aunque basado en hechos reales, las situaciones narradas no son totalmente fidedignas. En la autoficción el autor puede modificar los nombres o lugares del relato, menos, obviamente, el nombre propio.
El término fue acuñado en 1977, pero su historia se remonta muchos años más atrás, y fue especialmente productiva en la literatura francesa. Los críticos literarios le han dado otros nombres, y de hecho se puede encontrar la misma idea bajo diferentes términos, así, por ejemplo, la autobiografía experimental, la autonarración, la novela del yo, o en la literatura norteamericana faction, representan la misma idea. La idea de un autor usando hechos de su vida y transformando la realidad con detalles ficticios o viceversa.
Algunos críticos literarios consideran que obras clásicas como, por ejemplo, La Divina Comedia o El Aleph podían tener rasgos para considerarse dentro del género de autoficción. En el caso de la Divina Comedia, Dante Alighieri incluyo personajes y sucesos reales (nombres de políticos y nobles y religiosos de la época); y también incluyo sucesos ocurridos en su propia historia vital.
Características de la literatura del yo
Algunas características de la autoficción que permitieron aislarlo como un nuevo género bien distinguido, incluyen las siguientes.
El narrador protagonista
En la autoficción, el autor se convierte en el protagonista de la obra. A menudo, el narrador se presenta bajo un nombre similar al del autor real, lo que puede crear confusión deliberada acerca de la línea entre el yo ficticio y el yo real. Esta estrategia literaria permite una exploración profunda de la psicología del autor y su relación con el mundo.
Reflexión sobre la creación literaria
Las obras de este género generalmente incluyen reflexiones sobre el proceso de escritura y la construcción de la propia narrativa. Los autores de autoficción se esfuerzan por abordar el oficio escriturial y el cómo la escritura influye en su percepción de la realidad y viceversa, creando una metanarrativa que invita a los lectores a cuestionar la verdad y la ficción.
Ambigüedad y ambivalencia
Los autores no buscan proporcionar respuestas definitivas, sino que permiten que los lectores se enfrenten a la complejidad de la existencia humana. La duda y la incertidumbre son elementos fundamentales de este género.
La relación entre autor y personaje
La relación entre el autor y el personaje es un aspecto crucial de la autoficción. A menudo, los límites entre estos dos se difuminan intencionadamente, lo que lleva a una experiencia de lectura única donde el autor juega con la percepción de su propia identidad y la de los lectores.
Los autores de la autoficción
Serge Doubrovsky es el primer autor en designar su estilo como autoficción en 1977. Doubrovsky creó este término para designar el género de su novela, Hijos. Aunque esta es oficialmente la primera obra del género de autoficción, este género existe en la literatura desde hace siglos.
Decenas de obras literarias están consideradas como autoficciones hoy en día, aunque estuvieran inscritas en otros géneros hasta 1977. La escritora francesa Colette es la exponente más emblemática de este género literario.
Sidonie-Gabrielle Colette
Sidonie-Gabrielle Colette, conocida simplemente como Colette, fue una autora prolífica del siglo XX conocida por su estilo de escritura audaz y su vida personal igualmente provocadora. A lo largo de su carrera, Colette experimentó con la autoficción en varias de sus obras, incluyendo Claudine a l’école y La Vagabonde. Estas novelas, protagonizadas por una joven llamada Claudine, se basaban en sus propias experiencias como estudiante y joven escritora. Sin embargo, Colette no se limitó a recrear su vida; en cambio, reimaginó y exageró aspectos de su historia para crear una narrativa rica y evocativa.
Uno de los rasgos más distintivos de Colette como escritora de autoficción fue su capacidad para provocar escándalos. Sus escritos abordaron temas considerados tabú en su época, como la sexualidad y la identidad de género. La autora francesa no solo desafió las normas literarias, sino que también cuestionó las convenciones sociales y de género, lo que contribuyó a su fama y notoriedad en la Francia de principios del siglo XX.
Colette abrió el camino para futuros autores de autoficción al demostrar cómo se podía utilizar la propia vida como fuente de inspiración sin renunciar a la creatividad y la innovación literaria. Su enfoque en la autenticidad personal y la narración provocadora dejó una profunda huella en el mundo de la literatura.
Serge Doubrovsky
Serge Doubrovsky, un novelista y ensayista francés, desempeñó un papel fundamental en la consolidación de la autoficción como género literario. Doubrovsky introdujo la idea de la autoficción y abrazó plenamente la fusión de autobiografía y ficción.
En Hijos, Doubrovsky narra la historia de su propia vida, explorando su relación con su madre, quien había sobrevivido al Holocausto. El autor se refiere a sí mismo en tercera persona, utilizando el nombre “Serge Doubrovsky” como un personaje ficticio que escribe sobre su vida. Esta elección narrativa radical desafía las convenciones de la autobiografía tradicional y plantea cuestiones fundamentales sobre la representación de la identidad en la escritura.
Doubrovsky se convirtió en una figura central en los debates literarios sobre la autoficción y defendió la idea de que la escritura era una herramienta para explorar la complejidad de la propia existencia. Su enfoque en la representación de sí mismo como personaje literario marcó un punto de inflexión en la evolución de la autoficción y ha tenido un fuerte impacto en la teoría literaria.
La autoficción en el teatro actual
En el año 2014, en el Teatre Lliure, se desató un inesperado impacto entre la audiencia cuando el renombrado dramaturgo libanés Wajdi Mouawad, bajo el disfraz de Harwan, salió a escena para entregar un monólogo extraordinario. En “Seuls“, Mouawad no solo reveló su relación con su padre, sino también compartió detalles íntimos de su vida, abarcando desde su exilio de Líbano hasta su vida en Quebec, y la dolorosa enfermedad que afectó a su progenitor. El dramaturgo nos permitió adentrarnos en los pensamientos y emociones que lo asediaron mientras su padre agonizaba.
Los años han pasado desde entonces, y el ejercicio realizado por Mouawad en “Seuls” se ha convertido en un fenómeno que se ha repetido en múltiples ocasiones. No obstante, no es un fenómeno aislado. Ahora, parece que dramaturgos y directores de todo el mundo han descubierto que sus propias experiencias personales, más allá de las situaciones y tramas ficticias, tienen un valor artístico innegable. Esta tendencia no se trata simplemente de teatro documental o de mostrar distintos puntos de vista, sino de exponer vidas íntimas con mayor o menor grado de desnudez ante el espectador.
Un ejemplo en Barcelona de esta corriente es “Aquest país no descobert que no deixa tornar de les seves fronteres cap dels seus viatgers” (Sala Beckett, 2020), una obra en la que Alba Pujol, con la colaboración de Pep Cruz, relató la historia de su padre y detalló los momentos finales de su vida, marcados por una lucha contra el cáncer. Para esta obra, Àlex Rigola, mantuvo una serie de conversaciones con el padre de Alba Pujol en los meses previos a su fallecimiento. La actriz, por su parte, asumió el desafío de llevar a cabo las representaciones apenas semanas después de haber enterrado a su progenitor y perseveró en su papel durante más de un año.
Esta forma de teatro de autoficción desafía las barreras tradicionales entre la realidad y la ficción. Los actores y dramaturgos se convierten en narradores de sus propias vidas, permitiendo al público acceder a las emociones crudas y las experiencias personales de los protagonistas.
A medida que esta tendencia gana impulso, el teatro se convierte en un espacio de intimidad compartida, donde las verdades personales se exponen y se celebran, desafiando las convenciones teatrales convencionales y enriqueciendo la experiencia artística para todos los involucrados.