La Sala Atrium ha abierto sus puertas este martes con una imagen renovada y el estreno de Verbagàlia, una fusión de dos monólogos de Víctor Català, el nombre de pluma de Caterina Albert. Los textos que conforman esta obra son La tieta y Verbagàlia, ambos escritos en 1899 y presentados por primera vez en conjunto sobre el escenario.

Verbagàlia: Redescubriendo a Caterina Albert como dramaturga

Cuando pensamos en Caterina Albert, lo primero que suele venir a la mente es su icónica novela Solitud, pero Albert era más que una novelista. Pocos conocen su faceta de dramaturga que es tan interesante, si no más, que su literatura. 

Vergabàlia invita a descubrir la otra cara de Albert. En esta ocasión, el director Albert Arribas ha unido los monólogos de La tieta y Verbagàlia que se unen en una función que los hace dialogar pero respetando íntegramente los textos originales.  Ambas propuestas, a pesar de estar escritas hace más de cien años, tratan conflictos perfectamente atribuibles a la contemporaneidad. 

La tieta trata de una mujer infeliz que queda estancada en el fallecimiento de su prometido, mientras que Verbagàlia es una comedia sobre un payés que no puede dejar de hablar. Ambos monólogos funcionan muy bien juntos, pues exploran dos caras de una misma moneda que parten de una base común: el sufrimiento. 

Un escenario minimalista y un vestuario cuidado

Cuando el público entra en la sala, lo primero que ve es a dos personajes vestidos de época, sentados uno al lado del otro en un escenario vacío. La iluminación tenue y el vestuario detallado recrean una atmósfera rural de finales del siglo XIX que contextualiza fielmente las obras. El espacio, minimalista y cuidado, se desprende de elementos y decorados para ceder el protagonismo a los textos de Català, realzando su valor como dramaturga.

Dos monólogos que dialogan sin palabras

Lo más interesante de la obra es la interacción entre los personajes a pesar de que no comparten diálogo. Ambos intérpretes se conectan a través de gestos y lenguaje corporal, interviniendo en la historia del otro desde tesituras diferentes, lo que fusiona ambos monólogos sin necesidad de palabras. 

La función empieza con el monólogo de La tieta, donde Paula Blanco encarna a una mujer atrapada por el sufrimiento de una pérdida y que solo ve la vida pasar. La actriz hace un gran trabajo interpretando a una mujer de época, con el habla característica y una expresividad sutil que transmite el dolor con gran realismo. 

En el segundo monólogo, Verbagàlia, Oriol Genís da vida a un payés incapaz de dejar de hablar, lo que le genera numerosos conflictos. Es imposible no reírse con la brillante interpretación de Genís que da vida a este texto cómico. Sin embargo, en algunos momentos la expresividad parece un poco forzada. 

Verbagàlia nos hace descubrir el teatro de Albert, en su época demasiado revolucionario, pero que conecta con la sociedad contemporánea. La función no necesita de grandes puestas en escena, sino que pequeños detalles que dan forma y calidad al texto. Verbagàlia es de aquellas funciones que desde el primer momento sabes que te sorprenderá, y lo hace. 

Lo que más me ha gustado: la elección de los textos, que aunque son de temáticas distintas, combinan a la perfección. Además, los dos intérpretes han logrado crear una gran conexión entre los monólogos, como si se tratase de una conversación pero solo mediante gestos. 

Lo que menos me ha gustado: ambos textos tienen un lenguaje complejo, y a veces la vocalización no era del todo clara, lo que hacía que algunas palabras se perdieran.

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